¿Qué es la artritis reumatoide?

La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad autoinmune, lo que significa que las defensas que su organismo tiene para protegerse de agentes externos atacan a su propio cuerpo. Las articulaciones son la parte del cuerpo más afectada por la AR y los síntomas suelen ser dolor, hinchazón y rigidez de las mismas. Además, es frecuente que aparezcan otros síntomas generales como cansancio, sensación de malestar, falta de apetito y pérdida de peso.

La AR puede afectar a distintas articulaciones en cada paciente, pero en un mismo paciente normalmente afecta al mismo tipo de articulación en ambos lados. Las articulaciones de manos y pies son generalmente las más afectadas. Además, si no se controla, a largo plazo la AR puede llegar a afectar a otros órganos.

En comparación con la población general, las comorbilidades (enfermedades que se presentan a la vez que la AR) aparecen de manera más frecuente en los pacientes con AR y además conllevan un riesgo añadido para su salud.

Las comorbilidades más frecuentes en estos pacientes son las infecciones (muchas veces asociadas al tratamiento inmunosupresor), los trastornos del metabolismo óseo como la osteoporosis, las alteraciones cardiovasculares como la aterosclerosis, el infarto de miocardio o accidente cerebrovascular y los trastornos emocionales como la depresión.

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Durante la evolución natural de la enfermedad, la AR puede afectar a otros órganos. Al presentar una evolución muy lenta, esto suele ocurrir en las etapas más avanzadas de la enfermedad.

Los sistemas u órganos afectados por la enfermedad con más frecuencia son:

  • Sangre: la anemia, caracterizada por cansancio, debilidad muscular y tonalidad pálida de la piel, es la alteración sanguínea más frecuente.
  • Nódulos reumatoides: se desarrollan en las zonas de mayor roce o fricción, como el codo, la superficie dorsal de los dedos de la mano, la rodilla, la cara anterior de las piernas, la parte superior de la piel y el tendón de Aquiles. También pueden desarrollarse en órganos internos como el pulmón y el corazón.
  • Ojos: sequedad e irritación ocular.

Además, también pueden ser afectados (aunque no es frecuente):

  • Vasos sanguíneos: vasculitis (inflamación de los vasos sanguíneos) que ocasiona pequeñas líneas de color violáceo en la piel y las uñas, así como úlceras en las piernas.
  • Corazón: pericarditis (inflamación de la cubierta que recubre el corazón) que suele cursar de manera asintomática.
  • Pulmón: derrame pleural o neumonitis, que suelen ser leves, pero pueden agravarse y generar mucha tos seca, dolor en el tórax y dificultad para respirar, siendo necesario recibir un tratamiento específico para evitar la pérdida de función respiratoria.

El desarrollo de fármacos para tratar la AR ha contribuido a que estas afectaciones sean cada vez menos frecuentes.

Con el paso del tiempo, la evolución de la AR puede hacer que las articulaciones pierdan su forma y dejen de funcionar de manera correcta. Sin embargo, el tratamiento apropiado ayuda a detener la progresión de la enfermedad. Aunque esto no significa que la AR se cure, el tratamiento puede conseguir que usted no tenga síntomas y que el estado de las articulaciones no empeore (este estado se denomina remisión clínica).

Es aconsejable el inicio del tratamiento de forma precoz, idealmente durante los 3 primeros meses tras la aparición de los primeros síntomas.

¿Cuál es el tratamiento de la AR?

En la actualidad, existen distintas opciones de tratamiento para la AR. El objetivo del tratamiento es reducir la actividad de la enfermedad para que usted pueda llevar una vida normal. Más del 60% de los pacientes con AR recién diagnosticados que reciben tratamiento precoz consiguen la remisión clínica, es decir, consiguen convivir con la enfermedad sin presentar síntomas y sin que el estado de las articulaciones empeore.

El tratamiento le ayudará a aliviar el dolor, reducir la rigidez matutina y disminuir la inflamación. Asimismo, prevendrá la progresión del daño en las articulaciones y con ello, la discapacidad (limitación que dificulta el desarrollo de las actividades cotidianas) y otras complicaciones relacionadas con la enfermedad.

Su médico podrá variar el tratamiento para ajustarse a la evolución de su enfermedad, a sus circunstancias individuales, a los resultados obtenidos con la medicación previa y a la eventual aparición de efectos adversos o existencia de contraindicaciones.

Es fundamental que utilice de forma adecuada su medicación teniendo en cuenta todas las indicaciones de su médico. Asimismo, es muy importante que no suspenda nunca la medicación por cuenta propia, ya que podría reducir la eficacia de la terapia e incluso favorecer la aparición de efectos adversos.

Además del tratamiento farmacológico, es importante que usted sepa que puede beneficiarse de recomendaciones relacionadas con la realización de actividades físicas destinadas a mejorar la flexibilidad de las articulaciones como por ejemplo caminar, ir en bicicleta y nadar.

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El tratamiento no farmacológico incluye un amplio abanico de recomendaciones generales y terapias complementarias:

  • Estilo de vida: es importante que intente llevar una vida lo más normal posible, incluyendo las tareas laborales, las tareas domésticas y las aficiones, así como evitar el reposo y el sobrepeso. Se aconseja seguir una dieta sana, no fumar, moderar el consumo de alcohol y evitar la realización de un esfuerzo físico intenso o prolongado.
  • Descanso: es esencial ya que ayuda a combatir el cansancio y la debilidad muscular. Es recomendable dormir un mínimo de 8 horas diarias.
  • Ejercicio físico: se recomienda realizar ejercicios aeróbicos (marcha, bicicleta, natación) con moderación durante un mínimo de 30 min/3 veces por semana. Intente movilizar y realizar ejercicios con las articulaciones, aunque le molesten. Durante los períodos de intensa actividad inflamatoria se recomienda reducir la actividad y evitar el ejercicio.
  • Fisioterapia: puede ayudar a aliviar el dolor, reducir la rigidez y aumentar la flexibilidad articular.

Es aconsejable que lleve una dieta sana, no fume, evite el consumo de alcohol y la realización de esfuerzo físico intenso y prolongado.

El consumo de tabaco, además de aumentar el riesgo de desarrollar AR, también puede influir en un peor pronóstico de la enfermedad. Distintos estudios han puesto de manifiesto que el tabaco se asocia con una peor respuesta al tratamiento y una mayor progresión del daño de las articulaciones. Si usted es fumador, es aconsejable que deje el consumo de tabaco.

Gracias a la mejora en el diagnóstico de la enfermedad, a la instauración de un tratamiento en las fases iniciales de la enfermedad, así como al desarrollo de nuevas alternativas terapéuticas más eficaces se ha conseguido una mejora muy notable tanto de la evolución como del pronóstico de la enfermedad.

¿Cuáles son las alternativas terapéuticas actuales?

Entre los principales fármacos que se utilizan para tratar la AR están:

  • Los que ayudan a aliviar los síntomas, como
    a) los analgésicos, que ayudan a reducir el dolor;
    b) los antiinflamatorios no esteroideos, también conocidos como AINE, que reducen el dolor y la inflamación; y
    c) los corticoides que alivian el dolor, la rigidez y la inflamación articular.
  • Los que ayudan a reducir los síntomas y retrasar la evolución de la enfermedad. Estos fármacos se conocen como fármacos modificadores de la enfermedad o FAME y, clásicamente, se clasifican en dos tipos en función de la forma de desarrollo del fármaco: convencionales (FAMEc) y biológicos (FAMEb). Actualmente, existen nuevos FAME que entrarían en una nueva categoría conocida como FAME sintéticos específicos.

¿Por qué mi especialista está valorando un cambio en mi tratamiento?"

A pesar de que inicialmente el tratamiento que usted recibe le ha ayudado a controlar la enfermedad, puede que su médico este valorando un cambio de tratamiento debido a que:

  • no ha respondido al tratamiento adecuadamente,
  • el tratamiento ha perdido eficacia con el tiempo,
  • o presenta efectos secundarios.

Ha de tener en cuenta que aunque sus articulaciones estén poco inflamadas puede existir daño en la articulación. En muchas ocasiones, si bien usted cree que tiene la enfermedad controlada, su médico puede considerar conveniente un cambio en su tratamiento.

El cambio de tratamiento no siempre implica que usted deje de tomar el medicamento que recibe en la actualidad. Es posible que su médico considere mejor el cambio a una nueva terapia o combinar su medicamento actual con otro.

¿Cuál es la evolución de la enfermedad sin un tratamiento adecuado?

La ausencia de un tratamiento adecuado contribuye a que la inflamación continúe, favoreciendo de este modo el avance de un daño irreversible en las articulaciones.

El daño continuado en las articulaciones hace que estas se vayan deformando de manera progresiva. La consecuencia de la enfermedad al no recibir un tratamiento adecuado es principalmente la destrucción de las articulaciones. Este daño conlleva una discapacidad a corto y largo plazo para realizar sus actividades cotidianas, así como un impacto en su capacidad para trabajar.

Si la AR sigue su evolución natural sin un tratamiento adecuado, a los 10 años del inicio, cerca de la mitad de los afectados no estarán en condiciones de mantener un trabajo a tiempo completo. Del mismo modo, si no se instaura un tratamiento oportuno, en las fases más avanzadas de la enfermedad, alrededor del 10% de los pacientes tendrían dificultades para llevar a cabo actividades cotidianas como lavarse, vestirse o comer.

Otros temas de su interés

Deshabituación tabáquica: en el caso de que quiera dejar de fumar y necesite ayuda para hacerlo, consulte a su reumatólogo para que pueda derivarlo al neumólogo y le incluyan en un programa de deshabituación tabáquica.

Embarazo: en el caso de que desee quedarse embarazada, es necesario que el embarazo sea planificado con los distintos médicos que le están tratando (reumatólogo, ginecólogo, pediatra) para poder ajustar la medicación si fuera necesario. Es importante que tenga en cuenta que algunos de los fármacos para tratar la AR pueden ser tóxicos para el feto.

Vacunas: los pacientes con AR tienen mayor riesgo de presentar infecciones, por ello es importante que reciba la vacuna de la gripe estacional, la del virus de la hepatitis B y la del neumococo. Para otras vacunas es necesario que consulte con su especialista.

Viajes o cambios de domicilio: cuando quiera realizar un viaje o tenga que cambiar su domicilio consulte a su especialista para conocer cómo proceder para la dispensación o conservación del tratamiento.

Asistencia psicológica: es importante que sepa que si usted lo precisa puede recibir asistencia psicológica en cualquier momento. Si su Comunidad Autónoma dispone de ‘Unidades de Salud Mental’ (ubicadas en los centros de Atención Primaria), el médico especialista o su médico de cabecera puede derivarlo para recibir el apoyo psicológico. Si su Comunidad no dispone de dichas unidades, puede ponerse en contacto con las asociaciones de pacientes, las cuales le pueden remitir la información necesaria al respecto.

Le animamos a contactar con la asociación de pacientes ‘ConArtritis’ (www.conartritis.org) en cuya página web encontrará más información sobre su enfermedad y también sobre las iniciativas que llevan a cabo para pacientes. Asimismo, puede ampliar la información acerca de la enfermedad en la web de la ‘Sociedad Española de Reumatología’ (www.ser.es).